Gabriel tiene buena vibra. Desde que lo saludas la serenidad de su mente envuelve, se conduce siempre con respeto y sin juicios porque él cree en tratar como quieres que te traten y en ayudar para crear círculos virtuosos que mucha falta le hacen a la humanidad. Por eso la plática con él fue extensa, no solamente de su trayectoria, sino de lo aprendido a lo largo del camino y del desarrollo de su mente, su conciencia, su arte y su estar en el mundo.
Es arquitecto de profesión y artista desde el alma. Como todo artista, es disruptivo; le gustan las buenas formas porque, cree en el respeto como uno de los más altos valores, pero también ha aprendido a salirse de los cánones porque allí, en las periferias, es donde se desarrollan las ideas. Por eso, a muy temprana edad se dio cuenta de lo limitante que era para su mente trabajar en una empresa, “la vida no es solo esto” se dijo tras su primera experiencia laboral, decidiendo trabajar como independiente.
Quizá la experiencia que realmente marcaría el camino de Gabriel fue cuando se unió a Up With People “un programa educativo de jóvenes adultos entre 18 y 25 años que viajan alrededor del mundo promocionando paz y entendimiento entre las naciones. Desde niño había visto el comercial en televisión. Ya me habían aceptado, pero se vino la devaluación y perdí todos mis ahorros. Cinco años después un amigo del grupo me advirtió que estaba por cumplir mi límite de edad y me conminó a hacer un esfuerzo”, cuenta Gabriel, y se le quiebra la voz cuando recuerda cómo sus padres lo ayudaron a cumplir este sueño. Vivió con 85 familias, en cinco países de dos continentes, “Como arquitecto gané mucho […] Absorbí todo como esponja. Fue una experiencia maravillosa”.
Al volver a México, Gabriel hizo una investigación sobre el color en los pueblos de México y fue entonces cuando se especializó en cenefas y grecas, cualidad que llamaría la atención de los saudíes.
En el corazón de Medio Oriente
Arabia Saudita, a diferencia de muchos de sus vecinos, es un país estable, sin embargo, sobre él pesa el estigma de los conflictos que se viven en Medio Oriente. Escuchar las historias de Gabriel es embelesador; su respeto por las culturas y las creencias nos abre la puerta a un mundo más bien místico y pacífico al que él llevó con mucho orgullo el trabajo y el diseño mexicanos.
“Soy mexicano, soy latinoamericano, y nosotros podemos hacer todo lo que queramos. Somos muy chingones. Así de sencillo”, afirma cuando le preguntamos si fue difícil el reto, pero él solo tiene buenos recuerdos.
Gabriel llegó a Arabia Saudita con un contrato de seis meses y se quedó 15 años, después de que el príncipe Al-Saúd viera su trabajo y le encomendara nada menos que la construcción e intervención de sus palacios. Íconos de la arquitectura de Gabriel son el Palacio de Verano y el Palacio de Invierno. De la experiencia de este último, Gabriel montó Del boceto a la Vida, una exposición del proyecto arquitectónico que honra el lugar, “un océano de dunas anaranjadas en movimiento”, la arquitectura, el diseño mexicano y a los trabajadores.
Gabriel trabajó con gente de Pakistán, Afganistán, Bangladesh, India, Egipto, Yemen, Sudán y Líbano, pero también se llevó trabajadores mexicanos a quienes recuerda con mucho cariño, en especial a los maestros Toño, Lupe y Pedro, quienes gracias a la oportunidad que les dio pudieron juntar dinero, construir sus casas y dar estudio a todos sus hijos, “el crecimiento que hubo para ellos como familia para mí es un orgullo, porque no son mis hijos, pero les di un empujoncito.Eso es trabajar en equipo, porque sin todos ellos yo no podría haber hecho lo que hice”.
Además, Gabriel hizo otros proyectos en el país árabe, incluido un Pueblito Mexicano en donde desarrolló un concepto integral entre lo arquitectónico y la paleta de colores que resultó de “la interpretación de las necesidades del cliente más la interpretación de la investigación que hice. Usé el sol, la luna, las estrellas y el viento para unir todas las casas”.
La mente del artista
Después de vivir 15 años en Arabia Saudita, Gabriel quiso volver a su país y encontrar estabilidad en sus raíces, “quería estar en mi México” confiesa y, tras tomarse un par de años sabáticos, empezó a trabajar en su obra plástica.
Su colección El Origen, hecha con huevos de avestruz intervenidos, es la que más empezamos a ver, cuenta con hasta 50 piezas que ya se han exhibido en varios lugares en México. El discurso que permea es el del desarrollo de las ideas, fuertemente influenciado por Platón.
“No podemos dejar las ideas guardadas en la mente, hay que sacarlas y desarrollarlas porque así es como la humanidad evoluciona. No puedes tener a la gente idiotizada viendo programas televisivos”. Y es que además Gabriel no es ajeno a su tiempo.
Volvió a México en 2013 y no ha sido fácil para él observar el estado en el que se encuentra el país, sobre todo en temas de corrupción, violencia y crisis de valores.
“La vida no es así. La sociedad tiene que tomar conciencia. Tenemos que hacernos responsables como seres humanos de las decisiones que tomamos, de las cosas que hacemos. No podemos culpar al gobierno de todo. Tenemos que trabajar en conjunto como sociedad”, dice a propósito del nuevo gobierno.
Una de las facetas más interesantes de Gabriel es que, además de todo, ha dado conferencias de crecimiento personal, y trabajar con la gente y sus sentimientos le ha ayudado a entender que “ningún dolor es menor que otro”. Tenemos mucho que aprenderle porque tanta sensibilidad es siempre creativa –que no reactiva–, y ello se traduce en su arquitectura, en su obra plástica, en los libros que está escribiendo y, en fin, en las palabras con las que se despide: “quiero seguir apoyando a mi México, a mi Latinoamérica, trabajar por el mundo porque es uno solo y lo que afecta a uno afecta a todos; porque la vida sea digna, llena de amor y respeto; y ayudar a que la vida de todos sea mejor”.